todas las drogas, presentan una doble cara. Primero aparecen
con la imagen positiva, favorable y que tanto atrae a jóvenes y mayores.
Posteriormente, esa cara desaparece. Rápidamente las drogas empiezan a
mostrarse tal como son: dolor, problemas, infelicidad y múltiples trastornos.
En muchos sentidos el proceso de adicción ha sido comparado
con el de entablar una relación; pero en este caso se trataría de una relación
desdichada. A medida que atravesamos las sucesivas etapas, el compromiso se
intensifica y el influjo que ejerce sobre el adicto se vuelve más fuerte.
En función de esta analogía el Dr. Arnold M. Washton en su
libro 'Querer No es Poder' establece cinco etapas en el proceso de adicción.
Enamoramiento
Las primeras experiencias con las drogas suelen dejar una
marca grabada. Si este primer contacto ha sido agradable, se produce un
enamoramiento o atracción apasionada por volver a tomar la sustancia o realizar
la actividad. Esta percepción distorsionada de la realidad, sin embargo,
emociona, produce euforia o tranquiliza lo que hace aumentar la probabilidad de
que haya una nueva toma u ocasión para consumir. Se produce un cambio de estado
de ánimo que, en muchos casos, se experimenta a nivel visceral y que genera ese encandilamiento al igual que
uno se enamora de una chica/o.
Luna de miel
Una vez que el individuo ha aprendido -a través de su
familia, de la sociedad o por experiencia propia- que ciertas actividades o
el consumo
de ciertas sustancias pueden transportarlo como por arte de
magia lejos de cualquier sentimiento o estado de ánimo negativo, el paso a la
adicción es muy sencillo.
Al haber 'aprendido' que es posible obtener cierto alivio
(refuerzo negativo) o placer (refuerzo positivo) a través de la sustancia o
actividad adictiva, la persona puede sentirse impulsado a borrar los malos
sentimientos o dolorosos con algo positivo. La baja tolerancia a la frustración
o la incapacidad para hacer frente a esas adversidades lleva a la búsqueda de
'soluciones mágicas'; entonces se busca el recurso químico que facilite el
cambio.
Durante la fase de luna de miel, el futuro adicto
experimenta todas las gratificaciones sin ninguna de las consecuencias
negativas: siente que ejerce control, que la actividad es inofensiva y que él
la merece.
Traición
Con el paso del tiempo, es traicionado. Así, además del
deterioro sufrido en las principales esferas de su vida, es muy probable que el
adicto esté haciendo cosas que normalmente no haría, para mantener su adicción
(robar, participar en otras actividades ilícitas). Los paraísos artificiales
que se le prometían en la fase anterior se tornan en oscuros callejones repletos
de trampas. La traición es real y el declive comienza
En la ruina
Ahora el adicto debe consumir cada vez más para evitar que
los crecientes sentimientos y estados de ánimo negativos profundicen en su
conciencia y para tratar de mantener los efectos positivos que cada vez son
menores. Está desarrollando tolerancia y tiene que consumir no para obtener
placer o alivio sino para evitar el malestar asociado al síndrome de
abstinencia. La dependencia física creada químicamente por la acción de la
sustancia sobre el sistema nervioso tiene apresado al individuo.
Con el tiempo, el adicto llega a un estado de desesperación
en su relación con la sustancia o actividad adictiva, dejando de lado todo lo
demás. Se comporta de manera cada vez más impulsiva e incontrolada, preso de su
adicción. Esta etapa de la relación adictiva es un descenso a la desesperación
y la destrucción personal. El servilismo ante las drogas no permite tregua y
esta espiral tiende a auto perpetuarse, a menos que suceda algo que la detenga.
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